miércoles, 20 de octubre de 2010

VALE MÁS ERRAR CREYENDO QUE ERRAR DUDANDO

                           Llegó el momento. Siempre se quiere el inicio más majestuoso cuando emprendes una nueva aventura, se pide el perdón para los errores que los eventos primerizos llevan intrínsecos, pero los comentarios y las críticas cuando te lanzas al escenario público son inevitables. Son muchos años en silencio, atrás quedó aquel diario que pretendía reflejar la rutina de una treinteañera sin rutina acechada por los problemas de la independencia personal y el adiós a la casa de los papás, la vorágine de un cambio profesional iniciado con la máxima ilusión pero finiquitado con el drama de tener que aceptar que en este siglo XXI no se puede trabajar con corazón, lejos aquellos momentos de inocencia destruidos por egoismos, envidias y perspectivas de personajes donde la ambición se antepone a valores de amistad, sinceridad.
             Adiós al síndrome de Peter Pan, ese que se cimenta en el rechazo del mundo adulto por defender la imaginación.
              Hoy la realidad otorga plausibilidad sólo a lo racional. Desde aquí no aceptaré esa condición. La plenitud dura poco pero mi espíritu es indomable. A veces el orgullo pisoteado es el mejor acicate de la regeneración y ahí estamos, señoras, señores.
             MI MUNDO como terapia. No pediré perdón ni disculpas por mis opiniones, aunque desde el respeto no pondré puertas a mi mar; no acallaré lo que el corazón me dicte ni perderé la fuerza de navegar aunque a veces el viento me lleve contracorriente.

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